viernes, 15 de agosto de 2008

CREACION Y REVELACION
















Fragmentos de un libro futuro
José Ángel Valente
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores
Barcelona 2000



Solía recordar José Ángel Valente, (Orense, 1929-Ginebra, 2000) unas palabras de R. Musil “Tener que esperar la propia muerte para poder vivir, he ahí una auténtica acrobacia ontológica”, en referencia al sentimiento póstumo de su creación.
En este libro están sus últimos poemas, también un testamento de la moral de la escritura. Su actitud ha sido difícil y relevante, no adscrito a ningún grupo por propia voluntad y obra, hacía ya muchos años que atacaba la temida profesionalidad en poesía, algo que él se esforzaba en demostrar como la muerte de la creación, estamos sin duda ante uno de los autores que mejor han señalado algunos caminos para la poesía del siglo que acabamos de comenzar. Una orientación como la suya era vital y necesaria. Sin obviar que su trayectoria ha sido ampliamente conocida y reconocida, no ha sucedido lo mismo con la lectura de sus libros, y me temo que continuará esta tendencia, es marca y sino de este clase de poetas, una nociva costumbre que además acentúa lo que para algunos sigue siendo el prestigio abstracto del género.
“Dios del venir, te siento entre mis manos”, nada más y nada menos que con esta cita de Juan Ramón Jiménez se abre el libro, no olvidemos nunca el Espacio que abrió Jiménez en su última etapa en la poesía española, Valente fue fiel al extraordinario ejemplo de esta creación. En los fragmentos se vuelve a la disolución de los géneros, a los límites, al riesgo, solo así cobra sentido la creación y con ella la revelación. La poesía no es literatura, comentaba recientemente A. Gamoneda en torno a la obra de nuestro autor, en ella se sugiere sin confirmarse, justificándose en esa misma sugerencia. ¿Qué riesgos tiene esta posición en la poesía española y que ha desorientado a muchos y molestado aun más?. Creo que la respuesta va inserta en el siglo que acaba de concluir, especialmente en sus postrimerías, el riesgo de toda creación genuina; la libertad. También esta respuesta tiene otras dos palabras; Origen y Raíz. Han estado en ellas todas las grandes tradiciones espirituales e intelectuales de oriente y occidente, después de mucho rastrear en la gran corriente simbológica de las artes.
Cuando Valente decía hace años aquello de “escritura por espera”, algunos se sonreían de la Vieja Musa, que ya no tenía rasgos de divinidad. También Blanchot había señalado que la obra era la espera de la obra, y Steiner el olvido de preguntas vitales en ese final de siglo, aseverando que hay que ser terriblemente religioso para ser artista, de las vibraciones de lo originario. Quizá en la obra de nuestro autor falte fuerza para alcanzar algunas de las intuiciones que nos presenta, pero este intento mismo estaba dando continuidad en nuestras letras frente a otras posiciones que han contaminado desastrosamente, no ya a determinadas obras, corrientes y autores, sino a una propia filosofía de la labor creativa, continuidad en algunos autores que puedan desarrollar mejor estas posiciones en sus trabajos. Quedará el riesgo del que lo siga y no la entienda, como el que le entiende pero no le interesa. Este es el mayor logro de Valente, fijar la atención de los lectores sobre el hecho mismo de la creación, obviando peligrosos empujes metaliterarios, como hacía al recordar a L. Hohl “Nosotros preferimos escribir siempre algo incomprensible a escribir, por complacencia hacia el lector, algo incomprendido.
Fragmentos, Poesía con y sin sílabas contadas, llena de soledad, destierro y destreza. En la ejecución de estos versos se demuestra el afán de libertad y en el carácter simbólico tiene toda su atracción, nos muestra esa unidad de concentración de sentido tan necesaria, dando salida a la verdad del símbolo, Sentimos el empuje de una poesía que avanza a oscuras, pero que termina orientándonos hacia un paisaje, hacia una apertura. Se vuelve a llegar al vacío necesario para la creación.Igual que en anteriores trabajos, nos transmite su fuerza de escucha y soledad, la difícil y extraña veladura del sentido de las palabras. Abiertas quedan en estos fragmentos muchas posibilidades de lo que pueda ser la poesía de este nuevo siglo tan viejo.



Sevilla. Marzo 2001

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