domingo, 27 de septiembre de 2009

LA FLOR CAIDA

Coullaut Valera. Monumento a Gustavo Adolfo Bécquer. Parque de María Luisa. Sevilla


Quizás Richard Harris, antes de caer fulminado y feliz en la Catedral, en sus paseos solitarios por las calles de Sevilla visitó el monumento a Bécquer. Sabemos que Hugth Walpole bien pudo dejar escrito una tarde estos breves versos; Ninguna luz en las palabras, / desierta lejanía de los viejos nombres. / No vendremos a recitar ahora como los que se marcharon, / nos dice la noche el fin de los caminos. La ciudad meridional distrae al extranjero, al sesentón que siente latir nuevamente la vida como hacía muchos años no lo sentía. Richard, por quien sus hermanas se desvelan y preocupan, es un hombre distinto que se llena de luz y olores desconocidos hasta entonces. Es un niño que ha escapado y recorre con entusiasmo un itinerario que le fascina. Walpole, que tan bien heredó ese romanticismo, se dice y nos dice frente al ciprés que se está muriendo siempre, que la realidad parece que nunca se presentara. Dejará a Harris, feliz con su milagro, sin inventarse un corazón, en el sueño y realidad de una mujer imposible.

2 comentarios:

Olga Bernad dijo...

No me extraña que la ciudad meridional distraiga al extranjero, como tus textos al navegante. Ser una niña que ha escapado y recorrer con entusiasmo un itinerario fascinante, es algo que a veces me gustaría ser capaz de hacer. Ese espíritu romántico tiene algo de condena y premio.
Deliciosa entrada, Luis, como siempre.
Abrazos.

José Luis Garrido Peña dijo...

Gracias, Olga. Nuestros itinerarios están habitados siempre por realidad y fantasía. Es una de las grandes tareas de la literatura, darle voz a esas presencias que están en el olvido. En este caso la hermosa historia de un hombre ante un milagro, en el sueño o la realidad de Walpole.

Un beso.